Alejandra Lunecke

Lo de ayer merece una lectura dramatúrgica de lo que pasó en Panguipulli:
- Un joven que decide no respetar a un policía porque no cree en esa autoridad y probablemente en ninguna instituida hoy (crisis profunda de autoridad).
- Un policía que está formado para repartir regalos a los amigos de la comisaría (deficiente formación policial); que no debe haber disparado casi nunca (falta de gestión de control policial en situaciones de riesgo) y no sabe imponer su autoridad, porque si la gente no le responde mecánicamente se convierte en enemigo (cultura militar de la policía chilena)
- Otros dos policías que se retiran de la escena por susto porque no saben ejercer control policial salvo hacer controles de identidad a todo evento (déficit de formación en contacto con la ciudadanía), porque saben que la institución los va a sacrificar personalmente (déficit de responsabilidad de mando) y porque hoy tienen un jefe policial imputado y sometido a la justicia y eso lo deslegitima internamente (crisis de autoridad interna).
- Gente indignada con la represión policial (déficit respuesta política suficiente a las violaciones de DDHH), cansada del hiper-control y de la vigilancia a la que hemos estado sometidos desde octubre de 2019 (la “guerra contra el enemigo como forma de gobierno”) y con la pandemia y la violencia no tiene otro rol que expresar rabia (función expresiva de la violencia colectiva, Tilly, 2007)
- Voces y opiniones de todo tipo que no dicen nada, que confunden, polarizan y solo llenan el vacío de liderazgo y legitimidad de autoridad y de ‘Política’ de nuestra sociedad (déficit de debate democrático).
Los episodios de ayer en la ciudad de Panguipulli deben ser leídos desde el vacío profundo de autoridad de la sociedad chilena (Araujo, 2016; 2019) porque nos estamos gobernando solo con garrote hace ya tiempo y desde el miedo (Butler, 2020, Garland, 2005). Es urgente repensar nuestra forma de gobierno, de crear y construir autoridad política y social. Cifremos nuestras esperanzas en el nuevo camino constituyente como espacio de conversación, dialogo y nuevo pacto.