Por Roberto Moris
Publicada en La Segunda | 7 de abril de 2021
El gobierno de Joe Biden logró aprobar un plan para afrontar la pandemia y la reactivación económica de 1,9 trillones de dólares, con estos recursos se pretende sacar de la pobreza a 12 millones de estadounidenses. Ahora Biden pretende contar con 2 trillones de dólares para un plan a ocho años que busca generar empleo mediante la reconstrucción y modernización de infraestructuras. Estas dos contundentes iniciativas marcarán su gobierno y más allá de las diferencias de escala con Chile nos pueden ayudar a reflexionar sobre la urgencia de la ayuda a los más vulnerables, la guerra contra el virus, el foco en el empleo y la inversión en transformaciones estructurales.
Al plantearnos un horizonte de ocho años tendríamos que pensar en dos gobiernos y en la peregrina idea de una coherencia y continuidad en la ejecución de políticas públicas. Implicaría un aumento sustantivo del gasto público pensado como inversión de futuro, ya que de no considerar los impactos de una acción insuficiente solo ampliaríamos la deuda de desarrollo equitativo que hemos generado.
La meta a ocho años también implica visualizar el país que estaremos viviendo, cómo serán las ciudades según las tendencias actuales y también cómo queremos que éstas sean. La superposición de crisis y el proceso constituyente deberían reforzar esto último. Nico Larco, director del Centro Urbanism Next ha planteado que las ciudades del futuro podrían tener más congestión y menos estacionamientos. Entre otras cosas, porque la eletromovilidad y los autos autónomos aumentarían la cantidad de viajes y mantendrían a los autos en movimiento adaptándose a la demanda. Vale la pena entonces, plantearse soluciones creativas para los espacios públicos y en particular para los estacionamientos. Jugársela por la movilidad sustentable junto con acciones concretas que disminuyan los traslados y tiempos de viaje será fundamental. El estallido social y la pandemia han dejado en evidencia la necesidad de contar con una mejor distribución de servicios y de viviendas más cercanas a empleos, educación y recreación. Necesitamos reorientar estructuralmente nuestras ciudades, con una visión más ecológica centrada en las personas. Proyectar el gasto público respondiendo a las urgencias actuales con la convicción de que debemos cambiar la forma en que hemos estado funcionando. La Casa Blanca reconoce hoy la existencia de una demanda inducida, la teoría de que la construcción de más carreteras no conduce a una reducción de la congestión, sino al aumento de la circulación de vehículos. La distribución de sus nuevas inversiones es una demostración del giro que se quiere dar. Otra señal más de que debemos atrevernos a construir ciudades como lugares para las personas, avanzadas tecnológicamente, con opciones de transporte seguras, sustentables, accesibles y equitativas. Por lo demás, no necesitamos referencias externas para darnos cuenta que estamos viviendo momentos de cambio y no podemos seguir repitiendo recetas marcadas por el corto plazo. No sería ético, oportuno ni inteligente.

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